17.8.12

MI PRESIDENTE


MI Presidente. Desprolijo y mal hablado. Sin educación y con antecedentes penales. Anti democrático antes, ahora demócrata. Pobre, austero, buen vecino, generoso... eso, todo eso, es lo que menos me importa. Es su manera de gobernar y consiguientemente la de su equipo, la que me preocupa. 
Ayer se dio a conocer una columna de opinión acerca de Mujica. Un periodista extranjero que intenta darle un perfil a nuestro presidente que me deja algunas inquietudes. 
¿Qué concepto de héroe tenemos hoy día? Alguien me contestó por la red, que da gracias de tener héroes como Mujica. Las buenas características per se de estos "héroes como Mujica" parecerían ser la austeridad, la desprolijidad, la falta de educación, los malos modales, la fealdad, la falta de dientes y de estatura, y por qué no, un pasado oscuro del cuál poder reformarse. Primero me pregunto de qué cánones de belleza nos valemos para hacer esta clase de juicios y segundo, parece que si uno tiene buena pinta, ya de entrada juega con desventaja para luchar contra los villanos. Y ni que hablar donde se haya educado en un colegio privado o vivido una vida sin grandes penurias económicas. Esta estampa del presidente pobre y de pueblo, que es adoptada como modelo por una parte de la sociedad, esconde un trasfondo más profundo. ¿Es este el reflejo de sí que tienen los uruguayos? Es tal vez que no se animan a aspirar a más? Yo me pregunto si esta apología de la desprolijidad tendrá consecuencias a largo plazo. Porque cuando vemos su estampa, no vemos solo eso, no. Esta forma de ser y de estar tiene un correlato directo con su manera de gobernar al país. No nos importa la desprolijidad en el vestir o en el andar. Nos importan sus acciones como jerarca. Hablamos de gobernar un país de forma descuidada. Y cuando digo esto, digo sin cuidado de las consecuencias de sus actos y sus inacciones. Su falta de respeto a la gente que es diferente a él, o que dice lo que piensa y le pone en un aprieto. De esto son víctimas periodistas y colegas dentro de la política. Pero también los jóvenes que se drogan, los que no trabajan, las trabajadoras peruanas, los que tienen plata, los que hablan bien, etc.
Si el presidente dona todo su sueldo, si vive en la mayor austeridad, si practica el budismo o ayuna los domingos, solo puede importarme en tanto me pinta un tipo de persona que me puede caer mejor o peor. Pero al país eso le sirve de absolutamente nada. Si dona su dinero, bien por él, me cae bien, pero como persona individual y privada, no como presidente. Como presidente pretendo otra cosa. Necesito más de él. Mujica tiene todo el poder de hacer y deshacer, tiene el capital económico y político. Sin embargo se rinde. Ante los sindicatos, ante la adversidad, ante los vecinos poderosos, ante la burocracia, ante el sistema educativo, ante la salud pública, la seguridad, la oposición, el respeto a la constitución. Hoy nos conocen en el mundo por ser el país que quiere legalizar el consumo de marihuana al tiempo de producirla de forma estatal. Yo digo, bien, si eso nos lleva a la lucha contra el narcotráfico y mañana nos salva como país. Pero lo cierto es que no sabemos cómo ni cuándo, ni si vamos a poder obtener los resultados que queremos con este proyecto de larguísimo plazo. Sin embargo, mientras tanto, si sabemos otras cosas. Que la educación es lo más importante que tiene un pueblo y por tanto una persona. Que las sociedades con buena educación prosperan como colectivo. Y además de esto, sabemos cómo hacerlo. Tenemos los técnicos, tenemos la infraestructura, tenemos las ganas y sobre todo tenemos la necesidad que nos urge. El día que Mujica, o cualquier presidente, consiga que nuestra educación pública, toda, desde el preescolar hasta la universidad sea ejemplo en su totalidad, por su cobertura del 100 %, por su excelencia, su inclusión, sus programas de vanguardia. Cuando no haya un solo niño sin estudiar y aprender. Ahí, ese presidente, pobre o rico, educado o sin educación, con un pasado guerrillero o con una juventud de libros y shopping, ese va a ser mi héroe. Nuestro héroe. Mientras tanto, que no nos engañe un fusca, una perra, o una campera gastada. Que no nos endulcen con bromas, con lenguaje de barrio o con dichos que marean. Porque a los uruguayos puede que nos falte un tiempo para ser otra vez valientes e ilustrados, pero mientras tanto, no somos ningunos nabos.


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